TORTURA BLANCA. Narges Mohammadi

 Narges Mohammadi, activista iraní Premio Nobel de la Paz 2023. 



"Narges Mohammadi es una de las más comprometidas defensoras de los derechos humanos y civiles de Irán; destacada activista contra la pena de muerte; relevante abogada de los derechos de las mujeres; vicepresidenta del Consejo Nacional para la Paz; y vicepresidenta y portavoz del Centro de Defensores de los Derechos Humanos. Narges ha sido una de las presas de conciencia más valientes y enérgicas de la República Islámica de Irán."



En 2022 se publica TORTURA BLANCA, escrito por Narger Mohammadi. Un libro que describe la experiencia de catorce mujeres iranís (ella incluida) encarceladas, en el presente o en el pasado, por sus convicciones religiosas, éticas o políticas, que no se ajustan a las directrices represivas de la República Islámica de Irán. Se narra el tipo de tortura que se ejerció contra ellas, la privación sensorial extrema, conocida como tortura blanca. 

El libro reúne voces y experiencias detalladas de lo que sucede en 2020 en Irán.

"Tortura blanca desvela los medios que ejerce la República Islámica de Irán para aniquilar toda confianza en la justicia, a la vez que expone la tortura contra las mujeres defensoras de los derechos humanos o por motivos religiosos o, en casos como el de Nazanin Zaghari-Ratcliffe, como herramienta de presión para obligar a otros Estados a negociar con Irán.

Narges nos muestra que los presos, aun cuando son conscientes de estar sometidos a una tortura blanca diseñada para atemorizar, la privación sensorial les provoca consecuencias fisiológicas graves, como una extrema ansiedad. Según se documenta aquí, la tortura blanca aturde y trastorna el cuerpo por completo. En los años cincuenta y sesenta, muchos departamentos universitarios estadounidenses de psicología trabajaron este campo y se demostró que la privación sensorial provoca «alucinaciones persistentes, deterioro de las funciones intelectuales y perceptivas, y mayor vulnerabilidad a la propaganda». Es por este motivo que el régimen islámico ha institucionalizado el empleo de la tortura blanca junto con los apaleamientos, interrogatorios y la aplicación del aislamiento.

Al igual que otras formas de tortura, la tortura blanca está diseñada para dejar secuelas que perduren incluso después del tiempo en prisión. Quienes la sufren arrastran continuas afecciones médicas y psicológicas al haber experimentado las atrocidades de las que son capaces los seres humanos. «La tortura blanca genera un estado de desconfianza permanente hacia todos y hacia todo. La gente de la calle, por su parte, no se fía de la palabra de las víctimas. Esto provoca a los afectados un aislamiento social, que es lo que pretende el régimen». La privación sensorial de la tortura blanca consigue que la experiencia traumática condicione fisiológicamente la estimulación de los sentidos, de tal manera que los sonidos, sabores y experiencias del mundo exterior evocan el sufrimiento de la prisión.

Narges, después de estar encarcelada con el cargo de conspiración contra la seguridad nacional, declaró que «solo se podía salir de la celda con la confesión, el arrepentimiento y la cooperación». El régimen no trata de extraer información sino de controlar a las personas, sobre todo a las mujeres, y para ello deja bien claro que llegará al extremo necesario para eliminar sus convicciones religiosas, éticas y políticas, consideradas una amenaza para el Estado. Los efectos de la persecución, el encarcelamiento y la tortura en las mujeres son diferentes que en los hombres. Las mujeres son más vulnerables a las consecuencias socioeconómicas debido a su condición particular y extremadamente controlada en el mercado laboral y en la sociedad. Las mujeres también son más vulnerables a la tortura debido a su papel de madres y cuidadoras de las familias. Esto no quiere decir que los hombres no sufran al saber que, cuando se les encarcela, también se perseguirá a sus familias o que tampoco les afecte la separación de sus hijos. El apartamiento de los seres queridos provoca angustia en todos los reclusos. Las mujeres son sometidas a torturas al estar relegadas, en la sociedad iraní, a las labores de crianza. En los interrogatorios las acusan de perjudicar, por sus creencias supuestamente deshonrosas, a sus hijos, un agravio al que tienen que enfrentarse a la hora de entrar en prisión. En los interrogatorios se incide en el estigma social para profundizar en esta herida. El régimen además niega a las madres todo contacto con sus hijos a modo de ensañamiento y tortura. Como concluye Rahimipour Anaraki en su estudio de 2019 sobre el sistema penitenciario en Irán, «la administración carcelaria utiliza a los hijos para someter a las reclusas». Narges sabía que, en los interrogatorios, disponían de toda la información sobre sus actividades y, aun así, con frecuencia preferían acusarla de perjudicar a sus hijos. Le exigieron que dejara su cargo en el Centro de Defensores de los Derechos Humanos, a lo que se negó. Para que cediese, la sometieron nuevamente a tortura blanca y le retiraron la llamada telefónica semanal a su familia. Este libro muestra la fortaleza de unas mujeres que no se rinden y reclaman su derecho a exigir justicia y a educar a sus hijos. El régimen islámico emplea la violencia y la tortura para mantenerse en el poder, un modo de actuación, a todas luces, inmoral."

Mohammadi, Narges. Tortura blanca. Entrevistas con mujeres iraníes encarceladas (Libros Singulares (LS)) (Spanish Edition) (pp. 35-36). Alianza Editorial. Edición de Kindle. 



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