20 de marzo de 2023

Caían un millón de gotitas al compás de los días, su música era tan constante que desaparecía camuflada con el silencio por la costumbre de la permanencia, hasta que me hice eco del calendario y se congeló la calma y se agitaron las gotas y la armonía se transformó en un terrible ruido improvisado. Un repaso al tiempo, maldita Montaña Mágica. Me mimetizo con los personajes, con el lugar, con sus días, que me dan tregua a seguir inmersa en años que me han parecido durar horas ¿Será que desperté de una taquipsiquia? La vida me adeuda tiempo, o quizá solo la noción de él. El día que salga de mi encierro no sabré cómo volver a la sociedad, a la llanura que llaman. No es tuberculosis lo mío, yo solo oposito e intento acabar mi carrera, pero no me había dado cuenta de la cantidad de días, meses y semanas que he permanecido inmersa en una Montaña Mágica, al margen de la aldea, donde las personas se relacionan y hacen vida. Y todo esto me produce un vértigo estruendoso, un temor inmenso a que esté siendo excesivo el tiempo en soledad, a que ya sea mi hogar. Pues cada vez me resulta más complicado conectar con las personas, con sus gustos y pensamientos. Temo que mi vida sea incompatible con la de todos los demás. Temo estar condenada al aislamiento de forma eterna y que acabe siendo todo peligrosamente estático y uniforme. 

Hago caso a Pessoa y me refugio en ensoñaciones y una vida no activa, especulativa, no obstante, igual de real. La supervivencia mental adquiere múltiples caras y me escapo de la ansiedad que me produce este despertar refugiándome en mis libros. Viajo a QUALITYLAND y descubro una sociedad distópica ¿la analogía moderna de 1984 de Orwell? podría ser. Pero qué poco dura mi trayecto y qué pronto regreso al gélido lugar que temo donde nada pasa, sino la conciencia de lo fijo. Mi única escapatoria seguía asomando cada noche, la evasión de la estancia perturbadora, cuando clausuraba La Montaña Mágica y emergían las letras de diferentes autores y autoras. Así, Paolo Giordano sucedió a Marc-Uwe Kling, con La Soledad de los Números Primos, del que aprendí que “luchar contra ciertas partes de nuestro ser es imposible” y que “se puede enfermar de recuerdos”. Descansé, recargué, y desvié mi atención hacia lugares nuevos. La cárcel se expandió ligeramente y aunque no llegué a bajar a la llanura, lo inalterado sufrió un ligero zarandeo. 

En ocasiones me pregunto qué pasaría si todos los personajes de los libros que leo se conocieran, convivieran e intercambiaran pensamientos. Me pregunto si los ficticios cobrarían conciencia por sí mismos o seguirían actuando a través de quienes manejan sus palabras. Si los reales quisieran ser ficticios y someterse a la voluntad y suerte de la imaginación de quienes teclean o empuñan la pluma. Y me pregunto si me considerarían digna de que yo les leyera. 

Mientras Hans Castorp continúa su estancia en la Montaña, y yo permanezco en la mía, sigo escapando cada noche por el túnel de mis lecturas, descubriendo, aprendiendo y viviendo a mi manera. Conozco a Olga Lengyel, que ante todo quería ser leída y escuchada. Contarle al mundo lo que sucedió para que nada de aquello volviera a repetirse. Ese fue uno de los principales motivos por los que se mantuvo con vida en Birkenau-Auschwitz. Y lo logró. Leo Los Hornos de Hitler y reflexiono sobre el mal en la naturaleza humana. Pues si ella, que vivió una de las situaciones más límites que puede vivir el ser humano, logró discernir en todo momento entre el bien y el mal eligiendo el bien, manteniendo sus valores íntegros  y conservando su humanidad, me hace replantear la idea que brotó en mí cuando leí Eichamm en Jersulen y busqué una explicación al comportamiento de ciertos judíos con su propio pueblo, a su alianza con el mal en detrimento del sufrimiento de otros, amparándome en la desesperación que debían sufrir al encontrarse en una situación límite donde peligraba su vida y la de sus familiares. Entendí que debían “justificarse”, con cierto margen, determinadas acciones cuando nos hallamos en situaciones de vida o muerte. Hoy, pienso que es posible que sean las situaciones extremas las que "saquen" realmente la esencia de la persona y no al revés, por lo que la situación no justifica la acción. Aún me falta mucho por leer sobre esto y los Orígenes del Totalitarismo sigue pendiente. 

Cees Nooteboom también me hizo viajar con La Historia Siguiente. Y tampoco fue muy largo el trayecto, pero sí intenso. En su viaje el tiempo fue un gran protagonista, pero no el paso del mismo, sino los saltos en él. ¿Se puede estar al mismo tiempo en distintos lugares? ¿o quizá ser otra persona? Él asegura en su libro que “desde su época de profesor sabe que hay que contar todo al menos dos veces, y así dejar abierta la probabilidad de que surja orden en lo que paree caos." Además, "[...] el tiempo es un enigma, un fenómeno silencioso y desmedido que se niega a dejarse conocer y en el que nosotros hemos introducido un orden aparente desde la impotencia. <<El tiempo es el sistema que debe cuidar de que no ocurra todo al mismo tiempo>>.” Es posible que entonces, deba leer el libro una segunda vez.

El dolor. ¿Podemos también evadirnos de él con historias, con vidas soñadas o a base de curas en una Montaña aislada? Marta Sanz  responde y me calma y hace que las gotitas incluso comiencen a recobrar su armonía, su silencio, su normalidad… porque en Clavícula donde «Escribo de lo que me duele». Desvela lo analgésico de la escritura. “Hoy veo con toda claridad que la escritura quiere poner nombre e imponer un protocolo al caos. Al caos de la naturaleza, a la desorganización de esas células dementes que se resisten a morir, y al caos que habita en el orden de ciertas estructuras sociales. La escritura araña la entropía como una cucharilla de café el muro de la prisión. Amputa miembros. Identifica —para sanarlas— las lacras de la enfermedad. Es un escáner. Ata con lazo de terciopelo rojo los voraginosos tentáculos del calamar gigante que expele, en los abismos del mar, un chorro de tinta negra que, organizada en grafismos, nos aclara un poco la visión.” Gracias Marta.

Avanzan los días en mi Montaña y los años pasan para Hans Castorp. Solo me queda una persona por conocer y se llama Teresa Wilms Montt, de la que extraigo, con ciertas modificaciones, de su libro Lo que no se ha dicho que Ella es  “... el genio de la nada, que muere después de haber sentido todo y no ser nada, que ama lo que nunca fue creado, que puede asegurar que es su conciencia la que ha desaparecido, debilitando sus sensaciones corporales, hasta hacerle creer que el cuerpo solo vive por recuerdo…” Me enseñó que el amor puede ser una trampa y por ello no debemos esperarlo eternamente dando por hecho que será algo positivo en nuestras vidas. Pues, como sabiamente se expresa en Cinco Lobitos, "qué maravillosas y perfectas son todas las vidas que nunca vivimos".  Y yo, que cada noche, cuando el silencio martillea mis pensamientos de soledad y obsesiona a mi ansiedad con la vergüenza de que jamás seré querida, debería pararme a pensar que quizá no ser querida sea mi mejor baza. Y que una puede buscar enamorarse de mil cosas benignas, como Sylvia, que decidió enamorarse del mar, del océano al que dedicó una oración “... por llevar el color del veneno que fascina al suicida y maravilla al solitario; por ser mago de las pupilas glaucas, por beber toda la irradiación del sol y enamorar a la luna y hacerla bailar sobre sus ondas como una cortesana loca, por ser fuente del poeta, reflexión del sabio, asilo del triste, juguete del triste… él sería su esposo.  […]”  Creemos que si aparece el amor siempre será algo positivo, pero a Sylvia, al final, le apareció Eugenio y con él murió su alma y toda ella. “... si yo hubiera presentido cuánto veneno encierra la vida, habría huido del mundo refugiándome en mis sueños como en un claustro.” Supongo que Pessoa estaría de acuerdo con esta afirmación y quizá también Sylvia Plath, quien en La Campana de Cristal asume que “la creación más bella del mundo debía de ser la sombra, el millón de formas en movimiento y callejones sin salida de la sombra.”  Así que yo, que me atormento y temo con irme de esta vida sin saber lo que es el amor, que temo el paso del tiempo y me aterroriza no tener la oportunidad de vivir las experiencias que observo en otras personas, comienzo a pensar que quizá, solo mi mente da una connotación demasiado idílica a lo que no he vivido y que eso podría estar nublando mi presente. ¿Es posible que esté viviendo un momento feliz y no me de cuenta porque mi mente considera un "debería" impuesto que solo mi expectativa incierta garantiza que será positivo? ¿Es posible que me agarre a una probabilidad futura de deseo idealizada para no afrontar la realidad de un duelo con cuya aceptación aseguraría un fin real, pero duro y es más fácil seguir agarrándome a sueños futuros, imaginados, irreales e infantiles que suavicen mi existencia aunque supongan, a su vez, temor por no cumplirse? Me hallo en una balanza donde sopesar los pros y contras. 

Avanzo en el camino de mi vida y llevo años en una Montaña en la que arranco cortinas y velos y me preparo para bajar a la llanura sin ceguera. Mientras, me curo conociendo a mujeres increíbles, leyendo, aprendiendo, descubriendo vidas y evolucionando. Amando y disfrutando mi carrera porque estudiar es un privilegio que la vida me está dando. Una oportunidad que no tuve en mis años de juventud y que hoy aprovecho. Lloro mis pérdidas y asumo duelos. Y, aunque a la carrera se suma el proceso de oposición que está siendo algo duro y exigente, me siento afortunada. Sí, el tiempo es un enigma, he tardado dos meses en recorrer el libro, llevo cinco años en la Montaña y sin embargo, dentro de once días habrán pasado 44 años. Tengo miedo, busco un abrazo en mis libros y sigo adelante. 



Mi recorrido leyendo La Montaña Mágica durante la preparación de los tres procesos selectivos de oposición y los finales de cuarto de psicología. Momentos de encierro y mucho estudio que coinciden con mi 44 cumpleaños. Asoman temores por el paso del tiempo y del tiempo habla el libro. 

Comentarios

  1. Me he quedado de piedra leyendo esta maravillosa entrada. Me ha encantado el recorrido por las lecturas sentidas y absorbidas, ese equilibrio sinuoso entre la literatura y la vida cotidiana que se funden en una realidad. Y claro, yo también me pregunto cómo serían las vidas de los personajes ficticios en la realidad. Tampoco sabría cómo actuarían, pero sus caracteres serían iguales, supongo. Eso sí, he anotado muchos de los libros que apuntas y algunos -como el de Sylvia Plath- están en ciernes de caer bajo mis pupilas. Chapeau por tu recorrido leyendo la Montaña Mágica. ^^

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    1. Muchas gracias W. Sobre todo por Clavícula, que lo tenía hace tiempo apuntado porque lo reseñaste y fue uno de los más bonitos. No había leído nada de Marta Sanz. Es guay, porque luego releo tus post y todo adquiere más sentido. Ayer vi la peli que pusiste (preciosa) y sigo apuntándome también cositas que pones. Ya nos contarás cuando leas a Sylvia Plath. Yo espero leer pronto a Stefan Zweig :) Y muchas gracias por escribir, me ha hecho mucha ilusión <3

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