MEDITACIONES. Ignatius Farray
Evitando comparaciones, que son odiosas, Ignatius me recuerda a Bukowski por la manera en la que evoca La Sensación que descubrí el día que leí “La senda del perdedor”. La de reconciliación con el fracaso, la de estar en paz con el lado oscuro de mi esencia. Son autores que dan un lugar cálido a todas esas partes que fueron exiliadas, por otros y por mí, por vergüenza, incomprensión, repudio y rareza.
Descubrí a Ignatius Farray, hace ya unos cuantos años, en su serie El fin de la comedia. Aquellos seis primeros capítulos me cautivaron y quise saber quién era Ignatius Farray. Comenzó ahí mi amor por él. Me enamoré de la forma que yo me enamoro, idealizando, admirando, subiendo a un altar todo lo que me haga sentir, enganchándome a lo que derrocha diferencia, inteligencia y originalidad. Soñando que navego por mentes que asombran y elevan mis cejas. Buscando puntos de conexión que no existen porque impera la fantasía de quien sueña un prototipo que no conoce. Amores platónicos que despojan esencias reales y disfrazan con ingeniería emocional para rellenar huecos de un alma ametrallada.
Pasaron años y me acomodé a un personaje que yo también había creado. Hoy, que la idealización ya murió, que descubro discrepancia y que también observo cierta estupidez en la admirada inteligencia, Ignatius sigue ofreciendo un lugar cálido donde arropar mi imperfección. Y, aunque ahora mi amor no es incondicional y oscilo entre un amor-odio hacia su personaje (y quien soy yo para sentir ni amor ni odio por nadie) me permite seguir descubriendo asombros y dar gracias por separarme, un ratito, de la soporífera sociedad.
Meditaciones ha sido un paréntesis en la obra de Dostoievski y no sabría cómo calificarlo. Me sentí estafada y aleccionada, pensé que era una mierda y pensé que era una genialidad. Pensé que era brillante y a la vez estúpido, pensé que era desagradable, pero emotivo… Me permitió un sinfín de pensamientos contradictorios a lo largo de sus páginas que me despertaron a la vida, aunque fuera revolucionando mi enfado.
Mi hermana dice que soy masoquista, porque me falta tiempo para ir a comprar sus libros y luego nunca sé si me gustan. Si le amo o le odio, si le acepto o le rechazo… Pero ya dejé de buscar ningún punto de conexión porque censuré mi amor platónico hacia él. Así que da igual, solo vivo la experiencia, acojo mi vergüenza en su regazo y disfruto su contradicción.
Ignatius Farray. Meditaciones. "Encontrarte Perdido"
Comentarios
Publicar un comentario