Retales importantes de Sampredro

Primera biografía autorizada de José Luis Sampedro a través de Andrés Sorel.

"Llegar a saber quién soy, pero sigo sin saberlo, porque todavía estoy siendo."

Retales de mi lectura

Para Sampedro, una economía basada en números no solo no es suficiente, lo importante es que tenga en cuenta la capacidad activa de las personas. La economía consideraba que era una actividad social, con otros aspectos técnicos, jurídicos, sociológicos, incluso psicológicos, pero no se podía reducir a la técnica ni a la ciencia de la riqueza como proclamaba Adam Smith, con lo que descartaba a gran parte de la población, que vive en la pobreza, y aquí vuelve a insistir en que el futuro debe pensarse en una economía ecológica, pues el ozono y el aire son bienes que no se pueden dilapidar. Una vez más nos remitía al tema del lenguaje. 

Cuando en 2005 publica su nuevo libro Escribir es vivir, vuelve a incidir en este tema, y lo aplica tanto al lenguaje literario como al económico, dado que pare él la comunicación, el diálogo y el entendimiento del tema que se trata son fundamentales. De ahí que escriba: [...] Algunas reflexiones sobre la palabra que está en la base de todo nuestro trabajo. Los escritores manejamos palabras, manejamos el lenguaje. Alguna vez he dicho que somos albañiles del lenguaje [...] y nuestros ladrillos son las palabras. Quisiera llamar su atención sobre ello, que se fijen bien en la trascendencia de la palabra.

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Sampedro no creía en una revolución violenta, sino en una transformación del sistema político, impulsada progresivamente por esfuerzos cotidianos por la educación, la cultura, el conocimiento y la profundización de la democracia, que consideraba deficitaria debido a las leyes imperantes de las oligarquías y partidos acomodados al poder. Abogaba por una sociedad en la que los bienes colectivos y la justicia igualitaria no fueran sustituidos por el afán de lucro.

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Había, me dijo, dos maneras de interpretar las sociedades: el consumo capitalista o el productivismo socialista. Ambas tenían sus diferencias y creaban injusticias sociales y humanas. Pero debía tenerse en cuenta, dentro de la evolución y racionalidad económica, qué las diferenciaba a la hora de buscar una salida más justa e igualitaria. En las dos, el desarrollo técnico impulsado por las nuevas formas del consumo y el valor del mercado conformaban los poderes políticos, fueran de denominación democrática o de poder del Partido Comunista gobernante. Pero ambas se enfrentaban en una cuestión prioritaria que, aunque la tuvieran en contra, no la combatían como debieran, e incluso sus pueblos parecían más interesados en tener trabajo y dinero para integrarse en el dominio del consumo que en temas como en la libertad y la igualdad y en combatir —ambos invertían cuantiosos medios en la industria de la guerra— una degradación ambiental que podría, un día tan lejano como inexistente para ellos, extinguirlos.

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La cuestión del medio ambiente que solo una política global impedía su continuo envenenamiento podía y debía abordarse. Debían tomar conciencia e involucrarse tanto trabajadores como científicos, hombres de cultura como políticos: era la solución del planeta Tierra la que debía unirlos a todos, el desarrollo debía ser humanizado, insistía, porque si no, el subdesarrollo, aunque se produjera de distinta forma en unos y otros, terminaría alcanzando a la humanidad entera. Era a los seres humanos a quienes debía protegerse y no al desarrollo de la técnica.

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Crecientes organizaciones políticas económicas generan una burocracia que siempre es un factor de rigidez e inmovilismo contra las perspectivas del cambio, los progresos de la técnica refuerzan enormemente a esa burocracia con el pensamiento dogmático y autoritario.

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No pude por menos que recordar a María Zambrano que ya, antes de su exilio tras la Guerra Civil, escribió: Una de las religiones no declaradas de nuestros días, de las más nefastas y difundidas, es la que pudiéramos llamar «Religión del éxito». El éxito elevado a rango de potencia máxima, de última instancia [...] En todas las épocas de nuestra historia occidental ha existido este culto al éxito. Bajo su sombra han pasado, desconocidos y aun vejados, los valores de la persona humana.

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Hablando de estos temas, y de la decadencia de la enseñanza, no ya en términos sociales sino pedagógicos, recordaba estas palabras que, más de cincuenta años atrás, había escrito Albert Einstein, al que Sampedro admiraba: Numerosas son las cátedras universitarias, pero pocos los maestros sabios y nobles. [...] Una comunidad de individuos cortada por el mismo patrón, sin originalidad ni objetivos propios, sería una comunidad pobre, sin posibilidad de evolución. El objetivo ha de ser, por el contrario, formar individuos que actúen y piensen con independencia y que consideren, sin embargo, su interés vital más importante el servir a la comunidad. [...] Para mí, lo peor es que la escuela utilice fundamentalmente el miedo, la fuerza y la autoridad artificial. Este tratamiento destruye los sentimientos sólidos, la sinceridad y la confianza del alumno en sí mismo. Crea un ser sumiso. [...] Hemos de prevenirnos contra quienes predican a los jóvenes el éxito, en el sentido habitual, como objetivo de la vida. [...] El valor del hombre debe juzgarse en función de lo que dé y no de lo que es capaz de recibir. La motivación más importante del trabajo, en la escuela y en la vida, es el placer que proporciona el trabajo mismo, el placer que proporcionan sus resultados y la certeza del valor que tienen los resultados para la comunidad.

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Mi concepto del subdesarrollo sería este: la situación de pobreza marginada y permanente, segregada por el desarrollo, en que vive la mayor parte de la humanidad, sin perspectivas de evolución espontánea favorables mientras persista su subordinación dentro del sistema.

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Entre los valores que uno ha instaurado en su proyecto vital, a medida que se va haciendo lo que es, figuran algunos que tienden a mejorar el bienestar o el perfeccionamiento colectivo y no solo el propio, entonces el compromiso consigo mismo se amplía y se convierte en compromiso también con los demás. Por ejemplo, frente al valor individualista que predomina en nuestra sociedad muchos propugnamos una creciente solidaridad, nuevo valor que, curiosamente, es básico en el Tercer Mundo.

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Es imposible resumir su biografía, que solapa con su pensamiento, pues es imposible resumir un pensamiento en el que ninguna palabra es merecedora de exclusión. Quizá Sampedro fuera una soñador (acertado) y el mundo (no está preparado), no quiere ni acepta, su verdad. Porque el adoctrinamiento del poder nos deja claro que su visión no podrá hacerse realidad en esta guerra de clases, de egos, de individualismo y de creernos merecedores de falsos derechos inventados por los intereses de quienes manejan marionetas. No hay cabida para la realidad de un pensamiento crítico y honesto que cuestione aquello que nos bombardea cada día. Soñaré despierta y anhelaré el mundo de Sampedro. Acompañaré mi soledad con su pensar y colmaré mi esperanza con sus palabras. 

Comentarios

  1. Recuerdo interesarme por la obra de Sampedro con el 11-M. Fue una época donde reflorecieron autores y obras olvidadas. Y me gusta mucho lo que dices y donde coincido: que quizá el mundo no esté "preparado" y que alberga una idea "utópica". Pero precisamente por eso se resaltó en un periodo concreto su obra: porque era necesaria y lo sigue siendo. Como considero que es igual de necesario leer a Noam Chomsky, por ejemplo. Este año me he leído la obra magna de Howard Zinn ("La otra Historia de los Estados Unidos") que es un clásico de la historiografía y ningún profesor, durante mi carrera, me lo ha recomendado. Da mucho que pensar. Porque son tiempos donde, paradójicamente, se lee poco pero se publica más sobre autores ignorados. Y creo que por eso hay esperanza, porque se siguen publicando. Desde ya tengo previsto pedir para navidades este libro que recomiendas, junto con otros que le tengo echado un ojo. Saludos ;)

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    1. Tienes toda la razón, qué necesario es... Tengo a Chomsky pendiente, me escapo entre los apuntes y leo a trocitos sus libros y le escucho. Son personas que siempre dan cobijo (estoy de un melancólico que no me aguanto ni yo) Gracias por descubrirme a Howard Zinn, me apunto el libro. Creo que fue Julio Anguita quien dijo que no nos conformemos con la educación académica oficial, que busquemos, indaguemos y descubramos, pues nos íbamos a sorprender... Sí que da que pensar. Un fuerte abrazo :)

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