Kafka en la orilla (del mar)
No sé donde situar este libro. Igual que algunas películas que no sé si enviarlas a odiadas o favoritas y se quedan solo en “vistas”. La clasificación perfecta que respeta disonancias. La Suiza de las decisiones imposibles. La disección entre genio y patán.
Y, aunque igual lo que vale es lo que remueve, me confunde cuando lo que me remueve es el desagrado.
Algunos libros, o películas, son como catedrales majestuosas a las que soy incapaz de entrar sin retorcerme. Donde intento admirar sus techos elevando el cuello con demasiada rigidez y por las que avanzo con un escalofrío incómodo. No podría negar la majestuosidad de lo que observo, sin embargo, tampoco podría declinar el rechazo que me produce.
Creo que Kafka en la orilla es un trocito de catedral y un trocito de partes impresionantes que forman un cóctel que me deja en una posición demasiado complicada como para salir de la categoría “vistas”.
Viajé por zonas poéticas que me emocionaron, me fascinó el cambio drástico según el personaje, el laberinto en que se sorprendía la historia, la magia que envolvía cada letra, pero me sentí apuñalada, de repente, por páginas burdas y repetitivas, por un relleno sin sentido, e incongruencias que me expulsaban de la historia, como un mal actor que impide que te creas la trama sacándote de golpe del maravilloso ensueño formado...
Y así, en esa montaña rusa, sentí trascurrir las 610 páginas de mi e-book.
Dice Murakami a través de Ôshima...
Comentarios
Publicar un comentario