EL NOMBRE DE LA ROSA. UMBERTO ECO
Retales
“-Es un hombre… extraño -me atreví a decir. -Es, o ha sido, en muchos aspectos, un gran hombre -dijo Guillermo-. Pero precisamente por eso es extraño. Sólo los hombres pequeños parecen normales.”“¡Qué hermoso era el espectáculo de la naturaleza aún no tocada por el saber, a menudo perverso, del hombre!”
"-El bien de un libro consiste en ser leído. Un libro está hecho de signos que hablan de otros signos, que, a su vez, hablan de las cosas. Sin unos ojos que lo lean, un libro contiene signos que no producen conceptos. Y por tanto, es mudo. […]" “Pero ahora me daba cuenta de que también podemos soñar con libros, y, por tanto, también podemos soñar con sueños.”“Dentro de poco me reuniré con mi principio […].”
V. decía que todo estaba en los libros. “Todo” es un concepto muy amplio. Posiblemente no encontraría en los libros sobre la vida de mi vecina, sus pensamientos o lo que hizo ayer. Pero estoy segura que encontraría un libro sobre la vida en vecindad. Sí creo que los libros son el canal más completo que comunica casi todo el conjunto del conocimiento que hasta hoy existe. Lo que yo no me esperaba es que Umberto Eco en “El nombre de la rosa” pudiera condensar tanto en un solo libro. Y ese “tanto” se aproxima bastante al “todo”.
Que el vocabulario me dejara perpleja no es algo que tenga un gran valor, pues me considero uno de sus “simples” personajes, que la narrativa me obligara a no despegar mis ojos de sus letra, obedecía a su excelencia contrastada, pero que mezclara religión con filosofía creando una batalla intelectual en semejante marco histórico, componiendo una intriga detectivesca liderada por un personaje que basa su investigación en la deducción apoyada por hipótesis y premisas que hacen recordar al método científico, que recreara diálogos similares a auténticas partidas de genios de ajedrez y otros que, apoyados en lógica avanzada, sugirieran parte del manual de psicología del pensamiento… me pilló totalmente desprevenida. Me hizo viajar como hacía años que no viajaba y me recordó que tengo más privilegios de los que soy consciente. Porque, aunque sienta el horror, puedo permitirme la evasión. Tengo refugio en la introspección del arte y logro conectar con la expresión de las letras. El mundo puede parar en mi cabeza, congelar su giro y descansar. El tiempo solo es una ilusión y los hechos retornan cuando mi mente es capaz de hacerles frente.
Quizá el libro tenga una función más allá de su lectura. Quizá los libros, en sí, sean un "todo".
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